Papapa, debo confesar que comparto con el resto de la familia ese sano egoísmo de haber querido siempre que pudieras vivir un poco más -más allá de tus fuerzas-, para escuchar una vez más tus anécdotas, para verte sonreír al ver a tus bisnietos –como sonreías al vernos a nosotros más chicos-, para conversar contigo -aunque fuera un rato y cada tanto-, para sentirme excesivamente premiado por el orgullo que mostrabas cuando compartía contigo algún éxito que pudiera tener –pequeños todos al lado tuyo-, para, sobre todo, poder acercarme a ti, darte la mano, un abrazo y un beso en la frente.
Siendo sano, ese egoísmo era muy injusto, hace un tiempo ya que estabas cansado y que tu paso por la vida se parecía muy poco a lo que había sido tu vida. Tú, que habías mandado –con justicia y respeto- sobre tropas y empresas, requerías ahora de ayuda para todo o casi todo, lo aceptabas, pero sabemos cuanto te dolía. Recuerdo que poco antes de Navidad los visité y tú ya ibas caminando con ayuda al baño, me alegró mucho que aún lucharas por recuperar tu independencia. Puede que intentar caminar fuera arriesgado o te causara daño, ¡qué importa! hacías lo que querías hacer. Creo entender también, a partir de las narraciones escuchadas, que tu férrea decisión de tener control sobre tu vida puede haber contribuido al desenlace final; que, primero, no aceptar ser visto por un médico que no fuera el tuyo y, luego, resistirte a la colocación de vías y tubos pudo haber acelerado el final, puedo no estar feliz con el resultado, pero estaré siempre orgulloso de que mi abuelo siguiera a los 96 años luchando por controlar su propia vida. Eso es lo que importa.
Papapa, hoy me acerqué a tu féretro, estabas uniformado y bien arreglado, y debo decir que te veías mejor que los últimos días, claro que hasta ayer estabas vivo y podíamos guardar la egoísta esperanza de que pudieras recuperarte y seguir con nosotros por unos días, semanas o meses más, pero estabas muy débil –no de carácter, si de músculo- y merecías descansar. Ahora que tu cuerpo descansa seguirás con nosotros, se abrirán paso tus recuerdos y las anécdotas, las bromas, los cariños y las sonrisas volverán. Depende de nosotros, los que quedamos, mantenerte vivo en nuestra memoria.
Descansa en paz….
Lima, 12 de febrero de 2006

No comments:
Post a Comment